El istmo de Guanarteme:
La singularidad morfológica de Las Palmas de Gran Canaria radica en la angostura que produce la división de la ciudad en dos partes. Esta estrecho, conocido como “el istmo de Guanarteme”, antaño una lengua de dunas, siempre ha sido un lugar de conflicto para la conexión global de la ciudad. La relación de sus “dos partes” estaba a merced del capricho del mar, permitiendo solo el paso de un lado al otro en aquellos momentos en los que bajaba la marea. La conexión intermitente a través de este paraje de arena, aislaba al barrio de la Isleta del resto de la ciudad.
Con el paso del tiempo, la evolución del territorio hizo desaparecer este curioso lugar, generando la separación de los dos mares, que no volverían a encontrarse. El istmo actualmente ha quedado parcialmente sepultado por el desarrollo urbanístico. Este hecho posibilitó la conexión permanente de la ciudad con el barrio de la Isleta, sacrificando la unión transversal de ésta con el Puerto a causa de la barrera que supone la vía.
De vuelta al origen:
Actualmente en el área de intervención, nos encontramos con un entorno ajeno al mar. Este es un hecho antagónico a lo que sucedía en ese espacio cien años atrás, donde el mar no solo formaba parte del paisaje sino que en ocasiones era el único elemento de este.
A partir de esto, se comienza a reflexionar sobre el lugar, en lo que en el sucedía y sucede. La idea parte de un homenaje al pasado, donde se intenta recuperar el “choque” entre estos dos mares, y captar la esencia de ambos frentes.
Por un lado se encuentra la influencia del Puerto de la Luz y de Las Palmas, de donde se extrae como elemento significativo el mástil, cuya repetición genera la imagen de embarcadero representativa de toda costa portuaria. Por el otro lado, el istmo se encuentra flanqueado por la playa urbana de las Canteras, que presenta un mar más expuesto a vientos y mareas y cuyo oleaje, en ocasiones bravo, en su contacto con la orilla hace patente su fuerza a través de la espuma que genera.
La propuesta pretende un reencuentro de las dos orillas, un regreso al origen.
Entre dos orillas:
El proyecto se materializa en cuatro pasarelas a diferentes alturas. Estas adquieren forma de herradura para simbolizar la confrontación entre las dos aguas. Del entrelazamiento de ellas resulta una forma circular, en contraposición al cuadrado del Mercado.
Estas piezas flotan sobre el suelo gracias a los tensores que surgen del bosque de mástiles, que representa al frente portuario y que son la base de la estructura de la pieza arquitectónica.
Como representación del frente opuesto al puerto, nos encontramos con un elemento dinámico y ligero que envuelve la pieza y al usuario, trasladándonos al interior de una ola. Esta intervención consigue que la unión de las dos orillas no sea únicamente visual, sino además sensorial. A esta espiral que acompaña el recorrido, se le incorpora luz, consiguiendo una sensación diurna y nocturna similar.
El puente se diseña bajo los parámetros de accesibilidad, que permite el tránsito a lo largo de toda la pieza. Además se incluyen accesos enfocados a la circulación de las bicicletas. Las áreas con una mayor panorámica se destinan a miradores y zonas de estancia, convirtiendo a la pieza, no solo en un paso a nivel, si no en un área de recreo elevada.
La propuesta se completa con la intervención paisajística realizada en torno a ella, compuesta por zonas ajardinadas y espacios pavimentados, donde el agua toma un papel central, incorporándose en dos laminas. A cada una de ellas llega una cortina de agua, procedente de las pasarelas, convirtiéndose en un telón que aísla tanto acústica como visualmente al peatón del escenario nocivo que sucede tras él. Este elemento se convierte en protagonista. Consigue hacernos percibir la sensación que un día pudo transmitir ese lugar.
Visión de futuro:
La pieza se sitúa en un emplazamiento único, con numerosos estímulos en torno a ella, que ofrecen a la ciudad un gran abanico de propuestas culturales y de ocio. La oferta gastronómica del Mercado del Puerto; la cercanía con el área comercial y el muelle de cruceros; la red cultural que conforman el Acuario, el museo ELDER y el Castillo de la Luz; y el área turística de la playa de las Canteras; ofrecen posibilidades de activar el área de intervención. Debido a esto, se opta por un espacio resiliente, flexible y polivalente, que permita el desarrollo de las distintas actividades que puedan surgir: una posible expansión del Mercado del Puerto hacia el espacio libre proyectado o formar parte de un recorrido histórico-cultural de la ciudad.
Del desarrollo del proyecto resulta la transformación de un espacio históricamente conflictivo en una nueva centralidad.
Presupuesto:
Presupuesto de ejecución material: 1.392.418,61 €