La propuesta recupera la memoria del istmo, relacionando las dos orillas a través de un espacio nuevo. La pasarela se materializa como nexo entre dos paisajes contrapuestos y adyacentes. Entrar a través de un espacio público que absorbe los recorridos, y a su vez se manifiesta como una orilla seca. El suelo se levanta generando un nuevo lugar. Se pliega para convertirse en filamento de unión con el nuevo espacio de la ciudad, el puerto.
La pasarela desde la calle Tenerife se muestra como un nuevo horizonte donde poder recuperar la visión del mar. Una construcción ligera de hormigón y acero invita a recorrerla.
La plaza se convierte en calle peatonal donde la nueva cota va revelando gradualmente el paisaje de la ciudad. Para ello se ha tomado como premisa una pendiente máxima del 4% (2.29°) con un ancho de pasarela de 5 m.
La pasarela se propone como espacio lúdico a la vez que elemento de vínculo. Para ello se ha prestado especial atención a los extremos.
Se resuelve con una plaza inclinada que absorbe parte de recorrido, en su contacto con la ciudad, permitiendo acortar su desarrollo.Se ha pensado como playa artificial y espacio de juegos.
En su lado portuario, se posa sobre el suelo, ocupando el espacio necesario.
La estructura de la pasarela se materializa en un tablero de losa de hormigón armado, soportada por una viga metálica longitudinal de sección variable, que va apoyándose sobre pantallas de hormigón, revestidas en chapas de aluminio marino, con la intención de disminuir su impacto visual. En la zona de la plaza inclinada estas pantallas son sustituidas por conjuntos de pilares metálicos, con la intención de integrarse en ese espacio, conformando una sombra para la nueva plaza.
La iluminación que se propone es mediante unas líneas continúas de leds, que recorren los cantos de la pasarela, con la idea firme de mostrar su ligereza.
Presupuesto:
Presupuesto de ejecución material: 1.400.000 €